martes, septiembre 05, 2006

A 61 años de la primer advertencia

Este mes se cumplen sesenta y un años del primer bombardeo atómico de la historia. El 6 de agosto de 1945, un B-29 estadounidense lanzó un nuevo tipo de bomba de uranio sobre la ciudad japonesa de Hiroshima y causó la muerte de 140.000 personas. Tres días después, una segunda arma nuclear, esta vez de plutonio, cayó en Nagasaki, causando la muerte a 70.000 personas. Los supervivientes, con una edad media de 73 años, son actualmente 267.000. Cuando sufrieron el ataque de EE UU eran niños o adolescentes.
Llevan una cartilla gris en la que se les identifica como hibakusha, término cuyo significado literal es "personas afectadas por una explosión".

El 6 de agosto amaneció claro y caluroso. Los 350.000 habitantes de Hiroshima iniciaron el día en los refugios por una alarma aérea que se levantó poco antes de las ocho de la mañana, lo que les permitió reanudar su actividad. Pero a las 8.15 hora local, una luz cegadora, que se vio a decenas de kilómetros, iluminó por un instante Hiroshima para después explotar con gran estruendo a unos 580 metros de altura sobre el centro de la ciudad. La bola de fuego que se formó tenía 28 metros de diámetro y una temperatura cercana a los 300.000 grados centígrados. Los rayos calóricos y la onda expansiva de la primera bomba atómica de la historia, quemaron y redujeron a cenizas todo lo que se hallaba en dos kilómetros alrededor del epicentro, que resultó ser un hospital privado, cercano al objetivo previsto, el puente en forma de T sobre uno de los brazos del río Ota.
"Éste es el suceso más grandioso de la historia", dijo el presidente de Estados Unidos, Harry Truman, al conocer que el B-29 denominado Enola Gay había lanzado con éxito la nueva bomba, a la que los norteamericanos llamaban LittleBoy. Las palabras de un idiota sin duda, hablaba del hecho de asesinar a miles de personas inocentes como si se tratese de un evento glorioso en el que tidos los seres humanos hubiésen tomado parte, repartió la culpa, dió a los cobardes seguidores su parte de fama, gloria e historia. Su nación hecha de falsos paraísos, donde el dienero es fácil de ganar le daba a la historia del mundo una fecha de fiesta. Vivan las barras y las estrellas.
Tres días después amaneció nublado, y el B-29 Bockscar se vio obligado a última hora a cambiar su rumbo y dirigirse hacia Nagasaki, ciudad que no había sido considerada como uno de los posibles objetivos. Llevaba en su vientre una nueva arma nuclear de plutonio, en lugar del uranio-235 (50 kilos) que contenía la de Hiroshima. Su onda explosiva era mucho mayor. Equivalía a 22.000 toneladas de trilita frente a las 15.000 toneladas de su predecesora. Afortunadamente, las nubes también impidieron que fuese lanzada en el centro de la ciudad. Para no abortar la operación, el Bockscar la dejó caer sobre un suburbio a las 11.02 del 9 de agosto de 1945. La radiación siguió matando en los años siguientes. Los hibakusha no obtuvieron hasta 1957 ninguna ayuda. Estados Unidos, potencia ocupante hasta 1952, censuró toda información sobre la barbarie desatada con sus nuevas armas y Japón, avergonzado por su rendición incondicional, tardó años en asumir la causa de las víctimas.
Uno debería de pronto detenerse a meditar sobre estos errores, los humanos somo la única especie que busca erradicarse a sí misma. Ese país al que todos buscan ir a realizar sus sueños debería tener más cuidado con sus acciones, alguna, prodría quitarles el sueño. Y como dicen sus billetitos verdes: «God bless america»